La felicidad y el ahorro

 
¿Sabías que ahorrar puede influir en tu felicidad? En este artículo, exploramos cómo la relación entre el placer inmediato y la satisfacción a largo plazo puede impactar tus finanzas y tu bienestar.
 

Quizá se están preguntando qué tiene que ver la felicidad de las personas con su ahorro. Es una pregunta que nos hicimos en Nantas porque vemos la gestión del patrimonio como medio, y no como fin en sí mismo, para alcanzar las metas, la plenitud y, en definitiva, la felicidad de nuestros clientes.

Existe una categorización de la felicidad que distingue dos tipos de felicidad: la felicidad hedónica, basada en la búsqueda del placer, y la felicidad eudaimónica basada en la autorrealización personal. Lo hedónico está relacionado al placer y sensaciones agradables efímeras, rápidas, contrarias a lo adverso. La eudaimonia propone que el bienestar y felicidad profunda se alcanzan viviendo de acuerdo con la virtud, desarrollando al máximo nuestras capacidades, saliendo de nuestra zona de confort para lograr mejores resultados y así sentir en plenitud la autorrealización.

Este punto se sostiene por varias razones, aunque la más importante es que perseguir sensaciones agradables y sencillas no lleva a una satisfacción duradera. Estas experiencias suelen ser pasajeras y dependen de distintos factores, lo que hace que nuestra percepción del placer que generan las mismas varíe según la situación y el contexto. Ejemplo: el placer que genera ir de shopping por ropa nueva en un momento de euforia por una situación emocional del momento (positiva o negativa), ya no va a generar el mismo placer cuando unos días después vemos el resumen de la tarjeta de crédito y vemos que destinamos el 50% de nuestro sueldo del mes en esa compra, la valorización no es la misma.

Las personas más felices suelen ser aquellas que persiguen un propósito o meta que consideran profundamente importante. Esto no solo les brinda una sensación de transformación personal y les presenta desafíos que hacen que la satisfacción obtenida sea más profunda y duradera, sino que también les permite sentirse vivas y en armonía consigo mismas. Además, durante este proceso, adquieren aprendizajes valiosos que pueden aplicar en otras áreas de su vida, desarrollando nuevas habilidades que las ayudan a crecer y a experimentar una satisfacción más prolongada. Dicho todo esto, no estoy diciendo que lo hedónico es intrínsicamente “malo” y lo eudaimónico “bueno”, por el contrario, estas “felicidades” son complementarias y ambas necesarias en la vida de las personas. La felicidad hedónica se experimenta bebiendo un buen vino o comiendo nuestra comida favorita, conociendo el atardecer de nuestros sueños en el lugar del mundo que siempre anhelamos conocer, teniendo una catártica tertulia con amigos, practicando relaciones sexuales satisfactorias o comprándonos ese coche o casa de nuestros sueños. Todas estas acciones son vitalmente necesarias, esenciales y algunas hasta fisiológicas en la vida del ser humano y debemos tener acceso a ellas. En términos de la pirámide de Maslow, estas son las necesidades fundamentales de la misma. Adentrándonos en la parte alta de la pirámide nos encontramos con las necesidades de autorrealización y reconocimiento, de esto trata la eudaimonia y la búsqueda de ese camino de bienestar más duradero.

Ahora bien, empecemos a relacionar todo esto en alguna medida con las finanzas personales y la planificación patrimonial, tópicos en los cuáles soy menos ignorante para el lector. Cuando planificamos nuestro futuro, en función de nuestro ahorro y nuestras inversiones, entramos en un proceso difícil para todo ser humano que significa dejar de pensar en mí para pensar en otro individuo. ¿Por qué? La última evidencia científica en el estudio de nuestro comportamiento y nuestro cerebro (por medio de resonancias) demostró que se producen los mismos procesos cerebrales tanto cuando a una persona la hacen pensar en otra persona cercana como cuando a la misma persona le piden que piense en sí mismo en el futuro. Es como que nuestro yo futuro es una persona próxima que apreciamos mucho pero no tanto como a nuestro yo presente. Una acción pensando en nuestro futuro implica un “sacrificio” del yo presente en favor de nuestro yo futuro, tal cual fuera otro individuo. Esta es la forma que tiene de operar el cerebro, no lo podemos cambiar, simplemente debemos lidiar con esto. Por eso nos cuesta hacer dieta, porque no valoramos tanto al yo futuro saludable como al yo presente hedónicamente feliz, ¡y por eso también nos cuesta tanto ahorrar!, valoramos mucho más a nuestro yo presente satisfaciendo necesidades de consumo presentes, ¡que a nuestro individuo futuro con una existencia material más tranquila!

A la hora de planificar nuestro patrimonio y nuestras finanzas, debemos tener en cuenta que algunos eventos de consumo importantes en nuestra vida como el consumo de un coche o consumo en vivienda, se encuentran sujetos a lo que se conoce como la “adaptación hedónica”, que es simplemente el proceso mental de adaptación rápida a ese bien material de consumo nuevo. Veamos qué dice la evidencia científica en esta materia. Dejando constante ingreso, calidad de la vivienda y salud de la persona, estudios hechos en Estados Unidos han demostrado que las personas dueñas de sus viviendas no son necesariamente más felices que aquellas que no lo son. Los dueños tienden a dedicar más tiempo al trabajo en sus casas y menos al ocio.[1] Las personas somos muy malas prediciendo qué cosas nos darán felicidad futura y aún peores cuando se trata de grandes erogaciones futuras. El segundo “gran gasto” que hacemos en nuestras vidas es el gasto en transporte. Los vehículos básicamente tienen la utilidad de proveer transporte, pero también son valorados como un bien de estatus y experiencia de mayor lujo. Nadie duda que conducir un coche de lujo puede ser una experiencia positiva y placentera, sin embargo, los estudios muestran que un coche más lujoso no hace realmente más feliz a la persona[2]. El objetivo aquí no es demonizar pautas de consumo ni hacer un juicio de valor sobre los gustos de cada uno. Simplemente quiero diferenciar el concepto de acumulación de pequeñas experiencias hedónicas, por un lado, de la búsqueda de la felicidad y del bienestar, por otro.

Armar un presupuesto destinado a cada gasto de la vida diaria, preguntarse realmente qué es lo que me hace feliz a la hora de adquirir una vivienda, pensar en el mes a mes del costo de mantener un coche lujoso y no en el idilio de conducirlo, son estrategias que nos ayudarán a fijar metas de ahorro más fácilmente. No es un proceso sencillo, implica llevar adelante una introspección profunda, donde tu terapeuta y tu asesor/planificador financiero serán de gran ayuda.

 



[1] https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1877163

[2] https://link.springer.com/article/10.1007/s12232-015-0223-2

Juan Martín Rodríguez, CFA